Héctor Bernal Estrada lleva 60 años dedicado a restaurar autos clásicos y antiguos, labor que empezó desde los 15 años. Su primer carro fue un Ford 1936 convertible, que fue también la primera prueba de un talento resistente a los años.

En su juventud “desbarataba un dado”. El nieto del optómetra que se ideó la manera de hacer telescopios, heredó el ingenio mecánico y el suficiente dinero para comprarse un carro. Enfermo por arreglar cualquier cosa, poner como nuevos carros de otros tiempos no es un trabajo para él, sino diversión. Aunque se trata de vehículos que ya no se fabrican, con tecnología que ha sido reemplazada en tiempos recientes, no se vara fácil.
¿Cómo se inició en la mecánica?
«Yo era un estudiante de colegio, común y silvestre. Simplemente que mi abuelo, que era un optómetra, era muy creativo, muy ingenioso, se ideó hacer telescopios. Hizo telescopios y entonces me enseñó: ‘Venga, yo le muestro esto así; venga, yo le muestro esto asá. Esto funciona de esta manera…’. Me fue enseñando la lógica de la mecánica. Cualquier día se murió, porque le llegó el momento, pero entonces me quedó esa pasión a mí. Como decía mi mamá, ‘Héctor desbarata un dado’. Yo tenía que desbaratar todo, las cañerías si estaban tapadas, todo. El verdadero cuento es que fue una inspiración casi de nacimiento».
¿Cuál fue el primer carro que restauró?
«Mi abuelo paterno, que es al que me he referido, cuando se murió —él era mi padrino de nacimiento— me dejó una herencia, 1.500 pesos de hace 65 años; eso era una platica. Y con eso, me enteré por un vecino mío, que lo mandó el papá para Sonsón y vino de vacaciones —ya todo el mundo sabía en Laureles que yo era un enfermo por arreglar todo— entonces me dijo: ‘Héctor, en Sonsón hay un carro y lo rematan, un Ford 36, convertible’. Entonces lo compré y me lo traje caminando».
¿Cómo ha acumulado tantos años dedicado a restaurar autos clásicos?
«Eso se vuelve una pasión, como las personas que abordan sus pasiones, que les toca tocar guitarra y nacen, crecen y mueren tocando guitarra. Lo mío es la mecánica, soy un enloquecido haciendo mecánica. Yo no trabajo, yo me divierto. En ocasiones, a medianoche, sin poder solucionar un problema… ¡Claro! No he hecho tal cosa. El subconsciente queda programado. Y fuera de eso, el ambiente donde uno se desenvuelve, es un ambiente de gente jocosa, solidaria. En esto no hay envidias. Es un montón de gente que, sin conocerlos, te saludan. La verdad es que es bonito y le colaboran al país, a Antioquia y a Medellín. A los medellinenses, que ya cabemos en la escala del 1 al 10 de las ciudades más visitables del planeta».
¿Cómo se consigue un repuesto de un carro antiguo?
«Voy a empezar por la más sutil, por chismes. ‘Ve, yo sé quién tiene un carro de esos por allá, tirado en una finca’. Otra, revistas o periódicos, ‘Vendo carro, yo no sé qué…’. La otra, internet, uno se mete a internet y puede averiguar el repuesto que quiera. Yo he pedido repuestos a la India, he pedido repuestos a Inglaterra, a Estados Unidos, y por tardar, en 15 o 20 días están aquí y me los llevan a la dirección que les dé. Hoy en día se facilita mucho más. Y el último recurso es procurar repetir la pieza. Que no se consigue, uno tiene la pieza mala, la hace encerar, hace que quede su forma y ese es el molde para que la vacíen en una fundición. No nos varamos fácil».

A usted le enseñó su abuelo, ¿usted a quién le ha enseñado sus secretos?
«Usualmente las personas que han trabajado conmigo saben que no soy egoísta con mis conocimientos. Es que hay gente que es muy egoísta: ‘¿Le voy a contar pa’ que me ponga competencia?’. Les digo, ‘Eso así, así, así… eso por dentro el tornillo lleva una rosca inversa, aprieta desapretando —hay que explicarles—. Porque el movimiento de eso es este y la tendencia es aflojarse, entonces por eso la ponen así, por si hace ese movimiento, antes se apriete más’. Bueno, así un montón de chismecitos, de secreticos que es sabroso saberlos».
¿Qué dice su familia por su trabajo de restaurar autos clásicos?
«Son felices. ‘Estoy varado por aquí, en el carro’. ‘Hundile el clutch, ¿qué le sentís?’. ‘Tal cosa, tal otra’. ‘A ver, tenés la batería mala. Tenés fregado el automático del arranque… Con toda seguridad que tenés una fuga de agua. Mirá en el radiador, en alguna manguera o en alguna parte del motor hay gotas de agua, ese carro se te está recalentando por eso'».
¿Es muy diferente la mecánica de los carros antiguos?
«La inspiración es la misma. Simplemente, las partes eran eléctricas, hoy en día son electrónicas. Entonces es diametralmente opuesto, a pesar de ser el mismo principio, y de que el producto final es el mismo. La bujía genera una chispa; en el caso más antiguo era por una bobina y una batería grandotota. Hoy en día es un sistema electrónico que manda la orden. Se pierde menos corriente… Sí hay diferencias, pero lo que se maneja técnicamente produce el mismo resultado, con más efectividad. La combustión es mucho mejor, porque tiene mejor chispa, lo que se traduce en que el carro va a ser mucho más económico, no necesita tanta gasolina. Unas cosas encadenan otras».
¿También se le mide a reparar un carro moderno?
Hoy en día, como se necesita una torre, un cerebro electrónico al que uno conecta el carro, uno va a que le hagan el test y le digan ‘usted tiene este problema, este problema y este problema’. ‘Por favor, me le cambia esas dos cosas y tal cosa y tal otra’. Ya tiene que ir uno como una persona con problemas cardiacos, donde el cardiólogo».