Medellín tiene lugares emblemáticos que visitan los turistas durante todo el año: desde los llamativos edificios del centro de la ciudad que conservan su arquitectura colonial, hasta las fincas silleteras de Santa Elena que le hacen homenaje a la cultura campesina tradicional.
Todos estos espacios, que guardan memorias fascinantes, fueron escenario de varios eventos durante la Feria de las Flores. Por eso, te invitamos a recorrer su historia y, con ella, la de un pueblo pujante y trabajador como el medellinense.
Junín
La carrera Junín es una de las avenidas más conocidas de la ciudad por su amplia oferta comercial y porque es un lugar idóneo para ‘vitrinear’ o, mejor dicho, ‘juniniar’, que es un término que lleva años acuñado por los medellinenses y que consiste justamente en eso, en caminar por la calle disfrutando de lo que los almacenes tienen para ofrecer. Un lugar para ver gente y dejarse ver.
Esta calle, que antes era conocida como ‘el resbalón’, surgió a mediados del siglo XIX, cuando Medellín era una pequeña villa y comenzaban a establecerse distintos comerciantes. Años después, el municipio decidió peatonalizarla para fortalecer las ventas.
Así se convirtió en una tradición, familias, amigos y novios salían los fines de semana con sus mejores galas a disfrutar de lo mejor que los almacenes tenían para ofrecer
Víctor E. Ortiz G es un antropólogo miembro de la Academia Antioqueña de Historia y docente de historia y patrimonio quien ha estudiado ampliamente la historia de la ciudad. Así narra las dinámicas de esta zona:
“Junín fue muy importante para la Medellín de la época. Incluso ahí estaba el club más importante de la ciudad, el Club Unión, por lo que la gente se ponía sus mejores pintas para caminar por ahí y que la gente lo viera bien vestido. Es ahí donde aprovechaban los fotógrafos o fotocineros para tomar una instantánea, los rollos los marcaban con la fecha y la gente iba a que imprimieran la foto”.
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Allí nace el término ’juniniar’, que significa justamente caminar por Junín, y que pese a que han transcurrido más de 60 años desde la época de los fotocineros, los clubes y los grandes teatros como el Junín, el Maria Victoria o el Lux, muchas personas siguen refiriéndose a ese acto de ‘callejear por el centro’, con esa particular palabra.

Avenida La Playa
Es una de las avenidas más concurridas y céntricas de la ciudad. Su nombre es curioso en una ciudad rodeada de montañas, pero su historia, que empieza a finales del siglo XIX, hace que todo tome sentido.
“Los más ricos de la época se fueron a vivir en un momento a rivera y rivera de la quebrada Santa Elena. Allí construyeron casas, mansiones, caserones y hasta palacios porque tenían el agua a todo el frente, y esto era una gran ventaja ya que al interior de esas casas había cascadas, fuentes, chorros, piscinas y baños que gastaban agua todo el día porque la traían de la quebrada”, explica Ortiz G.
Pero esta agua no se utilizaba solo para las labores del hogar, pues la arena que se iba asentando en las orillas formaba una especie de playa en la que las familias acudían a divertirse en lo que llamaban en ese entonces ‘baños de recreo’.
La municipalidad, a mediados de los años 20 ,encontró que las aguas negras, las basuras y los animales muertos que caían a la quebrada estaban generando un grave problema de olores, por lo que decidieron tapar la fuente, junto a otras zonas como la avenida de Greiff y la avenida Primero de Mayo.


Jardín Botánico
El protagonista de uno de los eventos más importantes de la Feria fue, por muchos años, un lugar de paso llamado Baños El Edén en el que se estableció una fonda que ofrecía baños públicos, que no era más que un lago en el que la gente podía refrescarse después de un largo viaje.
“Esa era la entrada y la salida de la ciudad del pasado, conocido como “el carreteable del norte” o “el camellón del llano”. Era el paso para entrar y salir de la ciudad desde y hacia el norte. Ahí podían refrescar los animales, había piscina, agua fresca e incluso, si se pagaba un poco más, ofrecía jabones y lociones traídos de otros lugares”, cuenta Víctor.
La municipalidad adquirió el terreno en 1910 para celebrar el centenario de la Independencia y se convirtió en un lugar de recreo, donde la gente podía disfrutar de un baño, comida y baile. Finalmente, en 1972, se inaugura el Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe, por iniciativa de la Sociedad Colombiana de Orquideología.


Santa Elena
A inicios del siglo XIX, Medellín era una villa pequeña, no tan relevante para la clase política del departamento por su difícil geografía. La capital de ese entonces era Santa Fe de Antioquia, y había otros municipios más importantes como Rionegro o Marinilla, en la zona de oriente o valle de San Nicolás. Medellín fue una ciudad de paso por muchos años.
Su principal salida, que conectaba con las ciudades del Oriente antioqueño, era a través de este corregimiento. Víctor E. Ortíz, explica la importancia del lugar así:
«El camino que venía de Occidente, que luego le llamamos El Camino del Virrey, entraba a Medellín por la calle Boyacá y llegaba a lo que hoy es el Parque Berrío, que era la plaza principal o plaza mayor. Este seguía hacia las montañas de Oriente para llegar al valle de San Nicolás, entonces Santa Elena se convirtió en un lugar de paso obligado para la gente que iba para Oriente o que iba para la capital, porque por ahí pasaban los caminos que iban a Santa Fe de Antioquia. El corregimiento se llenó de estancias, fondas en las que había licor, prostitución, juego, pero muchas más eran estancias donde la gente llegaba, pagaba y podía descansar”.
Es allí que surgen los famosos silleteros, quienes recorrían grandes distancias con distintos productos agrícolas que venían de otros municipios para venderla en los mercados.
Estos son solo algunos de los lugares que han marcado la historia de Medellín, que pasó de ser un villorio atrapado entre montañas, a ser la segunda ciudad más importante del país, un lugar lleno de vida con gente amable y pujante.