Las variedades de flores incluidas en cada silleta dan cuenta de una tradición que se transforma.
Orquídeas, tulipanes, claveles o gladiolos… más allá de la imagen elaborada con flores en cada silleta, las variedades utilizadas cuentan la historia de cómo esta tradición fue adquiriendo nuevos matices, y de cómo se fue ampliando el significado de una práctica que empezó como un oficio más y que hoy identifica a toda una región.
Según la vocación de cada silleta, son utilizadas en su elaboración flores nativas de la región o importadas de otros lugares del mundo. También varían sus colores, formas y tamaños según las imágenes a armar y la intención de lo que se quiere comunicar. Hoy existen cinco grandes categorías: tradicional, monumental, artística, emblemática y comercial.
La silleta tradicional, por ejemplo, es un fiel reflejo de las primeras armazones de flores que traían los floricultores de Santa Elena hasta la plaza Guayaquil para vender, como lo explica Martin Atehortúa Londoño, silletero de Santa Elena desde hace más de 20 años.
“Precisamente honra lo tradicional y representa la primera silleta que salió y que siempre se llevaba a cuestas con las mismas flores nativas de esa época. Se busca que sean del suelo de Santa Elena como claveles o tul de novia, aquellas que normalmente sembraban los abuelos y se las llevaban desde el valle de San Nicolás hasta el Valle de Aburrá a vender”.
Son flores, explica Atehortúa, que se cultivan en el corregimiento a la intemperie, bajo el sol y el agua. Entre ellas se encuentran el gladiolo sangre toro, los gatos, las agapantas, el lirio azul o blanco, las tritomas o llamas, las pascuitas diminutas, los pensamientos, los anturios martillados, la caléndula, las ramas aromáticas, las rosas amarillas, la poma amarilla o las hortensias.
Las modificaciones empezaron tras la elaboración de las primeras silletas monumentales. La historia que cuenta Atehortúa se remonta a los años 60, cuando un silletero decidió hacer una silleta más grande, fortaleciendo la estructura con palos, y la llevó al desfile. Tras ser galardonado con el primer puesto, los medios titularon con la expresión de “silleta monumental”, y el adjetivo nombraría desde entonces una nueva categoría.
Con este tipo de silletas empezaron a combinarse nuevas variedades de flores traídas de otros climas y lugares del país. Orquídeas, anturios, girasoles, gladiolos, lluvia de oro y tulipanes empezaron a desfilar por las calles de Medellín a espaldas de los silleteros más arriesgados que el apostaban a modificar la tradicional silleta de los abuelos floricultores.
Con este nuevo formato y con la introducción de nuevas variedades, las posibilidades se hicieron infinitas, y así llegó la silleta emblemática. Un buen día un grupo de arriesgados se lanzó y elaboró el escudo de Colombia con tallos de flor, sentando el precedente de una nueva categoría. A la emblemática le seguiría la artística, que empezó a incluir además formas tridimensionales.
“Estas ya incluyen variedades especiales que tienen que ir pegadas para formar figuras. Como tienen que tener trazados, líneas, circunferencias, en fin, las flores tienen que ser diminutas”. En este tipo de silletas suelen utilizarse el éxtasis, la vira vira, la siempre viva, la araucaria, la cola de zorro, o el pinocho “que le da el toque”, expresa Atehortúa.
Por último se crearon las silletas comerciales, promocionadas por marcas que querían verse reflejadas en el tradicional desfile. Para esta categoría son utilizadas principalmente flores vira vira, una variedad que permite ser tinturada de los colores que la empresa requiera. Para los fondos o las figuras que acompañan la imagen de la compañía, se utilizan también mezclas de otras variedades, “la siempre viva para fondos blancos y la pinocho para darle un marco muy especial alrededor”.