Uber de Jesús Martínez lleva 37 años dedicados al oficio de pintar los populares camiones de escalera, tarea que hoy cumple viajando por los pueblos de Antioquia. Con su arte, ha decorado muchas de las chivas de la Feria de las Flores.
Conversamos, en Copacabana, con Uber Martínez, más conocido como Pingüino, un personaje célebre por su trayectoria como pintor de chivas. Su dedicación a estos vehículos, que son medio de transporte por carreteras rurales y expresiones de identidad, es más visible durante la Feria de las Flores, celebración de la tradición antioqueña. Hablamos mientras terminaba de pintar una chiva de Ituango. Que sea él mismo quien nos cuente sobre su particular apodo y su arte.
Más sobre el Desfile de chivas y otros eventos tradicionales en la programación de de la Feria de las Flores 2022, aquí.

¿Por qué le dicen Pingüino?
«El apodo me lo puso el maestro mío, Tarzán. Por lo regular, en los talleres siempre se usan las chapas. A él le decían Tarzán y una vez fuimos a hacer un trabajo a Supía, Caldas. Cuando llegamos, tocamos el timbre y preguntaron: ‘¿Quién es?’, entonces, él contestó: ‘Tarzán’. Nos abrieron la puerta, y dijo la señora: ‘¿Y entonces quién es el otro, Chita?’ Y una hija de ella dijo: ‘No, parece es un pingüino’. Entonces a Tarzán, que es primo mío, le dio mucha gracia y, cuando llegamos a Medellín, le dijo a todo el mundo y me dejaron así, Pingüino».
¿Y se resignó con esa chapa?
«Sí, porque me habían puesto Cacerolo. Porque llegábamos a desayunar y pedía siempre huevos en cacerola. Entonces, la señora del restaurante dizque ‘ahí viene Cacerolo’. Entonces, me lo cambiaron rápido por el de Pingüino».
¿Dónde nació Pingüino? ¿Cuándo comenzó a pintar chivas?
«Soy de Medellín, Antioquia. Nací en 1970. Tengo 52 garrotes bien vividos. Yo estaba estudiando, estaba en noveno. En vacaciones de mitad de año me fui para donde una tía y, con un primo, tuvimos un accidente en moto, entonces perdí como tres meses de clases y ya me dio pereza seguir estudiando. Entonces, me puse a trabajar mecánica con mis primos. Cuando me fui para mi casa unos días, mi mamá me dijo: ‘Yo no lo voy a dejar quedar aquí sentado. Usted tiene un primo que pinta chivas en Zamora’. A mí me parecía chistoso. ‘¿Cómo que chivas, mamá?’. ‘Sí. Yo voy a hablar con él para que le dé trabajo en el taller. Usted no se puede quedar aquí tirado’. Entonces, el hombre me dio trabajo allá, a los 15 años».

¿Cómo se decide qué pintar en una chiva?
«Eso es creatividad. De pronto, lo único que exige el dueño del vehículo es el color del fondo y el paisaje de atrás. El resto, lo dejan a uno que interprete la obra como quiera».
¿Qué le gusta pintar en las chivas?
«Me gustan los colores vivos. Como es un carro con muchos colores, hay que darle colores alegres. Me caracterizo más que todo por el pulimiento, porque soy demasiado exigente conmigo mismo. Una bola me queda superbién hecha, el empate de la línea de la bola sin colas ni nada. Mejor dicho, la precisión es milimétrica».
¿Cómo es la decoración de estos carros?
«La decoración de un carro se compone de dibujo lineal, paisajes y letras. Le toca a uno manejar tres técnicas. Lo otro es la alistada, porque cuando yo me voy para un pueblo y no tengo ayudante, me toca intervenir. Si hay que raspar el carro, se raspa; lijar, echarle un wash primer para que pegue la pintura; una mano de fondo y ya son dos o tres manos del color que vaya a ser».
En todos estos años, ¿cuál ha sido la chiva más bonita que ha pintado?
«Fueron dos chivitas con mucha decoración. Quedaron muy bonitas; dos chivas de El Peñol. El cliente, muy exigente, me dijo: ‘Yo quiero una cosa del otro mundo, una cosa de locos, algo que no le haya hecho a nadie, por plata no se preocupe’. Me demoré como ocho semanas pintando esas chivas, cuando lo normal son cinco o seis semanas. Les metí demasiada decoración y no quedaron demasiado tupidas ni escandalosas».

¿Las chivas que ha pintado han ganado reconocimientos en la Feria de las Flores?
«El primer concurso de chivas que hicieron fue en Rionegro. En la primera versión, yo gané el premio a la mejor chiva y el mejor pintor. Esa chiva era de Guarne. Las chivas siempre llevan parte de la tradición de los pueblos y de su diario vivir».
¿Usted cree que el oficio se puede mantener en el tiempo?
«Esos vehículos siempre se mantienen en muy buen estado, o sea que esos carros nunca morirán. En Antioquia son 125 municipios y el pueblo que menos tiene, tiene cuatro o cinco chivas. En el Oriente hay muchas, y en el Suroeste; en todo el departamento. Hay pueblos como Andes y Jardín, que entre los dos pueblos pueden tener unos 90 vehículos».
¿Ha viajado mucho en chiva?
«Muy poco. Trabajo con ellas y voy mucho a los pueblos, porque trabajo a domicilio. Yo vivo en Medellín, pero me estresa tanto la monotonía y el trajín de la ciudad, que me salí del taller donde trabajaba y trabajo donde me llame el cliente. A veces, un amigo me presta el espacio en Copacabana para pintar algún carro, descansar unos días de estar de pueblo en pueblo y pasar más tiempo con la familia».
¿Le va bien pintando chivas?
«Estoy convencido de que uno lo que hace, lo tiene que hacer con amor para poder disfrutarlo. No solamente pinto chivas. Yo hago cuadros para apartamentos, he pintado guitarras eléctricas, tambores, puertas, ventanas… Gracias a Dios he tenido buena acogida. Yo me levanto todos los días con ganas de ir a trabajar, ganas de estar innovando, de ir viendo cómo me van quedando las obras de arte, porque eso son esos vehículos, obras de arte rodantes. La galería mía son las carreteras».