Santa Elena en la víspera de la Noche Silletera

Cada año, antes del tradicional Desfile de Silleteros, llegan a las veredas de Santa Elena miles de personas queriendo ver cómo hacen las silletas que participarán de la jornada. Aquí una historia de cómo fueron las horas antes de la Noche Silletera.

Son las 5:00 p.m. del domingo 14 de agosto de 2022 cuando el bus que va hacia Rionegro por la vía Santa Elena se detiene en el estadero El Silletero. Han pasado una hora y cuarenta minutos desde que salió de la Terminal del Sur en Medellín. En una época normal ese trayecto podría durar una media hora.

Pero, ese domingo no es un día ordinario. Es, en cambio, la tarde en la que todos se preparan para vivir la Noche Silletera, esa noche previa al Desfile de Silleteros y en la que miles de personas se desplazan desde el Valle de Aburrá y el Valle de San Nicolás para llegar a Santa Elena. Ese punto alto de la montaña en el que pueden encontrar un ambiente de fiesta y ver cómo elaboran las silletas que van a desfilar al día siguiente entre el puente Guayaquil y Plaza Mayor.

A Santa Elena desde Medellín

Cerca de la Placita de Flórez está el punto desde el que el sale el transporte hacia Santa Elena. La fila de personas que esperan subirse a un bus es de casi cuatro cuadras. Llega uno y se llena inmediatamente hasta el tope. Las personas van de pie y estrechas.

El bus de Rionegro que pasa por el corregimiento de las flores va igual de lleno. Se suben personas cada tanto y, por más que alguien pida que se desplacen hacia atrás para que quepa más gente, pareciera que no hay hacia dónde moverse. Incluso cuando descienden personas no queda un vacío. Más bien, los que quedan aprovechan para ubicar bien un pie o alinear el brazo con el que se sostienen.

«Es la única forma de subir. Las personas saben que si quieren ir hoy a Santa Elena les toca subir así. Hace parte del paseo», es lo que dice el conductor cuando la gente lo mira reclamándole porque sigue deteniéndose para que suban más personas a un lugar en el que no caben.

La creación de la silleta

Por el camino a la vereda El Placer se ve, de lejos, una fila de sombreritos subir. Mientras el cielo amenaza con lluvia, los visitantes caminan hacia arriba buscando adónde entrar. El refrán «pa donde va Vicente, va la gente» cobra vida, porque muchos caminan sin saber hacia dónde pero siguiendo a los demás con la esperanza de encontrar una finca donde estén haciendo silletas.

«Había subido en otras dos ocasiones. Vine con mi familia porque nos gusta mucho el campo, las flores y la cultura silletera. Nos gusta subir y estar más cerquita de las silletas y de quienes las hacen, más de lo que uno podría estar en el desfile. Además, porque no es solo verla cuando está terminada sino todo el proceso», cuenta María José Buitrago, una de las visitantes.

En la finca de Óscar Londoño, el silletero y su familia están construyendo la silleta. Una mariposa y su crisálida. La música de fondo, la gente tomando cerveza y aguardiente. De repente, la silleta tiembla porque su creador ha decidido cargarla y hacer un pequeño desfile para quienes están ahí.

La lleva sobre su espalda mientras da vueltas para que desde todos los ángulos los visitantes puedan apreciarla. Anima con las manos para que los espectadores hagan algarabía. Los aplausos y los gritos lo animan y sonríe contento. El ambiente es de fiesta.

«Es mi primera Feria aquí en Santa Elena y cambia totalmente la forma en que se vive. Hay más protagonismo para los silleteros, en la ciudad se vive de una manera más comercial. Aquí sí hay una posibilidad de vivir más de la tradición y del campo. Y hay una dinámica de alegría y euforia», narra Lina Zapata, habitante del territorio.

En las fincas donde las familias arman la silleta el piso está lleno de residuos de flores. Hay helechos, tallos y pétalos desperdigados por el suelo. Un visitante dice «esto queda como cuando está armando el pesebre». Hay otras herramientas como la pistola de silicona para pegar algunas flores, aerosoles, pinceles y vinilos para algunos detalles.

El día antes de la noche previa implica paciencia para esperar el bus, caminar por las veredas y ver la silleta terminada. Pero dicen que todo lo bueno se hace esperar y así pasa con la experiencia de vivir la tradición que, año a año, engalana las calles de Medellín con las flores y los silleteros que las crean.

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